miércoles, 8 de julio de 2009

Un elogio a la locura


Recuerdo esa noche en la que nos encontramos Rolando, Alex, Sofía y yo en medio de nuestra pequeña soledad alquilada para viajar un poco por los laberintos de nuestras mentes, quizás sin saber que nos convertiríamos en hermanos para toda la vida.

Esa noche descubrí que las cosas que más nos preocupan son las que menos importan... que la felicidad está en el filo de un abrazo... en el borde de la psicodelia... (y en la mitad de tus dientes blancos mi querida Laura)... esa noche también entendí que lo correcto es ser un niño para toda la vida... para poder revolcarse por el piso y rayar las paredes perfectas con un poco de amor, descalabro y café negro con tanta angustia frente a un mundo que se desbarata ante nuestros pequeños ojos alucinados... tristes...
Maeses orates: tendré congelados aquellos aromas para siempre en medio de mis pupilas dilatadas.

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